sábado, 22 de diciembre de 2018

DESPEDIDA DE DON FÉLIX VÉLEZ, DE PIQUIGUA



Hoy le despedimos en Piquigua a Don Félix Vélez, el papá de Vilma y de toda la familia Vélez, tan allegada a nosotros y tan colaboradora y participativa en las comunidades y en la organización.

Murió con 88 años. Los últimos cinco años luchó duramente contra la enfermedad. El último año la pasó haciendo diálisis y viajando a Chone tres veces a la semana.

En el funeral, leí esta carta adjunta, que preparé para la despedida.



CARTA DE DON FÉLIX VÉLEZ CHUMO

EN SU DESPEDIDA

Piquigua, 21 de diciembre de 2018



Queridos amigos:

Hoy están reunidos ustedes porque he salido de este mundo para entrar en la casa de mi Padre. En este momento quiero dejarles mi palabra, que les sirva como consuelo y como camino a la felicidad.

Nací aquí cerca, allá arriba, en aquellas lomas que se ven al fondo, en las Cabeceras de Piquigua. Allí aprendí las cosas esenciales de la vida, junto a mis padres, Segundo Rosario y Andrea Isaura, y junto a mis diez hermanos. No he estudiado, sólo sé lo que enseña la vida. He vivido mis ochenta ocho años de vida en estas tierras. Esta tierra, que va de Piquigua a Santa Teresa pasando por el Progreso, ha sido mi maestra y mi universidad. Soy el montubio de las lomas de Piquigua, de los esteros, de los senderos. Aquí aprendí a creer en Dios como me enseñaron mis padres, con sencillez; mi fe es la fe de un campesino, de un hombre de pueblo.

Siempre me acompañaron Dios, la Virgen y los Santos, en mis correrías por estas tierras y caminos. Y hoy siento su presencia y estoy contento.

Ya sé que ustedes están tristes, pero les digo que yo estoy bien, he sido un luchador, he alcanzado la meta que siempre busqué en la vida, he cumplido los proyectos que me propuse; al final, estaba ya cansado y necesitaba dar este paso. Me daba pena dejarles, pero, si me preguntan si tengo miedo, quiero decirles que no tengo miedo, ¡carajo! Esa Palabra de Dios que siempre leíamos en las reuniones, en mí ya se ha cumplido y ahora estoy satisfecho de estar más cerca de Dios.

Sé que mi separación es muy dura para ustedes, mi familia querida, pero quiero que piensen en todo lo que hemos hecho juntos a lo largo de la vida, primero allá arriba en las lomas de Piquigua y después en estos 51 años aquí abajo. Hemos formado una gran familia, hemos compartido tantas cosas, con usted, mi amada esposa Zeneida, siempre estuvimos juntos, hasta el último aliento de mi vida usted sujetó mi cabecita, y con todos ustedes, mis queridos hijos: Porfirio, Vilma, Galo, Edith, Ambrosio, Ramón, Detsy, Aníbal, Lucrecia, Nixon y José Lucas, y con todas las parejas de ustedes, que se han ido uniendo a la familia. Quizás, a veces, hemos tenido diferencias o pequeñas discusiones, cada uno tenemos nuestro carácter. Pero, nos hemos querido.

¿Saben lo que significa “FÉLIX”? Eso significa: el dichoso, el afortunado, el que se considera feliz. Y sí puedo decir que me siento afortunado con ustedes, mis hijos queridos. Mis valores, mis sueños, han quedado sembrados en ustedes. Y, aún más, puedo decir con satisfacción, que mi humilde liderazgo en la comunidad, no se ha terminado hoy, 21 de diciembre de 2018. Hoy “Don Félix”, “el abuelito Félix”, como ustedes me decían, se ha multiplicado. Me siento dichoso porque este liderazgo de servicio a la comunidad, lo siguen ustedes, mis nietos, mis 46 nietos, y también ustedes, mis 63 biznietos y mis 3 tataranietos.

A mí me pasa lo que al anciano Simeón, que hemos escuchado en la Palabra de Dios, que cuando tomó al niño Jesús en sus brazos, tembló de alegría, porque Simeón era un “abuelito” que confiaba mucho en los jóvenes. Y les puedo decir que “al abuelito Félix” también le vibra el corazón viendo que ustedes están siendo continuadores de las semillas de servicio a la comunidad y a la iglesia y de compromiso con el pueblo, que sembramos, junto con Zeneida, en todos ustedes.

Todos los domingos nos reuníamos en familia, ¿verdad? En todos los momentos especiales del año, nos concentrábamos todos, en Navidad, en Año Nuevo, en Semana Santa, el día del Padre y de la Madre, el día de los Difuntos. Así pasábamos, comiendo todos juntos, poniendo los platos en unas grandes hojas de guineo, leyendo la Palabra de Dios, tratando de los asuntos de la familia y de la comunidad. Por eso, el liderazgo que les dejo es un liderazgo de unión. Ustedes van a ser fuertes, si se apoyan todos y permanecen unidos.

Los tiempos están complicados. Hoy surgen muchos líderes, pero lo único que dejan entre nosotros es desunión y decepción. Mis queridos hijos, nietos y biznietos, yo voy a hacer como dice el Profeta Ezequiel: voy a poner en ustedes un corazón nuevo, voy a arrancar el corazón de piedra y poner un corazón de carne. No olviden que me llamo Félix y que lo que quiero de ustedes no es que sean más importantes que nadie, sino que sean capaces de hacer felices a los demás y se sientan dichosos conviviendo en familia y en comunidad con los demás.

Me tocó hacer el inicio y poner en marcha, junto con otros vecinos, muchas de las cosas que tenemos en la comunidad: la escuela, el colegio, la capilla, el cementerio. ¡Cuántos esfuerzos, reuniones, viajes y comisiones! También iniciamos la comunidad cristiana hace 44 años, formamos la bodega, el botiquín. Cuando leíamos la Palabra de Dios, me decían los compañeros: Don Félix haga usted el inicio de la reflexión, y luego seguimos nosotros.

Bueno, amigos de Piquigua, hoy 21 de diciembre de 2018, yo ya hice el inicio. Ahora sigan ustedes.

Quiero decirles que soy como ese grano de trigo, que dice el evangelio: muchas cosas han quedado sembradas. Hoy, yo soy esa semilla. Durante 88 años preparé la tierra como supe, me gustaba cultivar, sembrar café, criar ganado, y, hasta ahora, al final, cuando ya estaba enfermo, tomaba mi saquillo y me iba a coger café. No me gustaba hacer mal a nadie, no he tenido enemigos. Así he preparado la tierra. No he adquirido títulos: sólo sé hacer bien las cosas de cada día, siempre con el mejor humor. Con lo buena que es la tranquilidad, para que complicarse la vida por nada, ¡carajo!, como decía el abuelito. Es mucho más sano: escuchar música en la radio, tocar un rato la guitarra, un juego de naipes, unas bromas, unas risas…, y a seguir la vida.

Yo no quería morirme. Quería vivir. Siempre he sido un luchador. Sólo cuando el dolor me ha superado y veía que las cosas se complicaban demasiado y era un trastorno, he dicho: “Ya vale, Señor, hasta aquí he llegado, ya quiero que me lleves”. A la vida no te puedes agarrar tanto, tanto, hasta llegar a hacerte inmortal. Todos tenemos un día y una hora. Hoy es mi día.

He soñado con mi funeral. Era antes de la Navidad. Había una iglesia en construcción, donde estaba reunida mucha gente. Yo no tenía sensación de angustia sino de alegría. Mi alegría es ésta: lo que les he contado, la vida sembrada, cada pequeña cosa hecha con mucho amor. Mi alegría son ustedes, cada uno de mis 123 descendientes. Con esto me presento ante Dios: con estas pequeñas cosas y con los nombres de ustedes. Le llevo a Dios sus nombres, mi familia querida, mis amigos queridos, mis piquigüeños queridos, los llevo grabados en mi corazón

Esten alegres. No vengo vacío. No vengo vacío al surco donde voy a ser sembrado. Como dice mi nombre, he sido un hombre tranquilo, un abuelito feliz. He tenido una vida de sencillez, eso parece que es poco, pero es muchísimo. No estén tristes, me voy en buena compañía, como dice la canción:

Llenos de Dios vamos los hombres,

llenos de Dios y sin saberlo,

como los ríos por los campos

van llenos de cielo.

Yo les espero en esta orilla, donde ya he llegado. No tengan corazones de piedra, sean profundamente humanos y cordiales. Sean como el “abuelito Simeón”, felices porque el niño Dios está con ustedes, está en sus brazos. Y, de vez en cuando, levanten los ojos y vean en el cielo al “abuelito Félix” y bríndenme una sonrisa.

Félix Vélez Chumo


1 comentario:

  1. Impresionante. Como conoces a todos. Que emocionante a pesar de estar tan lejos.
    Gracias JuanRa. Felices Navidades. Lorenzo

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