Todos los días que he estado en Ruanda he visto danzas, bailes, cantos,
tambores, ritos. Todo se hace bailando y cantando, las celebraciones, las
reuniones, las eucaristías, las acogidas, las despedidas. Es como este pueblo
expresa los sentimientos, por medio de la música y la danza.
Son valores importantes de este pueblo: el arte, la espiritualidad, la
celebración, la acogida.
Quizás, para sociedades como la occidental, que tienen como valor preponderante
lo económico, cuesta entender a estos pueblos.
Y, en esta sociedad occidental, cuando presento fotografías de danzas de
estos pueblos del sur, les choca. Como que, en la pobreza que viven, les parece
raro esta alegría. Como que la alegría, la fiesta y el arte sea patrimonio de
los que ya están satisfechos.
Estas mujeres africanas son unas artistas integrales. Son capaces de
danzar y de expresar sus sentimientos con vitalidad, con un ritmo y una alegría
excepcionales. Desde la mayor sencillez y pobreza inventan el mundo con sus
pies, con sus manos, con sus tambores, con sus cantos. Es un alimento para el
espíritu.
Estos grupos de amigas de las casas que nos han acogido en Kayenzi, en
Butare, y, también, los jóvenes del Karaf de Kayenzi, han bailado, han cantado,
han tocado los tambores para acogernos y para despedirnos y para decirnos:
muchas gracias y hasta la vuelta.
Yo también digo lo mismo: murakoze, muchas gracias, eskerrik asko.
Por eso me gusta acudir a estas culturales variadas del mundo: para
beber de su espíritu.