¿No
se te han saltado nunca las lágrimas al ver situaciones trágicas en la vida?
Una
vez, en el campo de refugiados de Goma, en R. D. de Congo, tuvimos esa
experiencia.
Ver a
los niños sufrir, sin perspectivas de futuro ni de nada, como consecuencia de
ese maldito mineral que es el coltán, la base de los ordenadores y móviles, con
los que el mundo se entretiene inconscientemente, mientras estos niños víctimas
de las profundas injusticias malviven en aquel campo de refugiados, es algo que
te rebela, que te hace derramar lágrimas de impotencia, de indignación. Y
cuando estos niños te abrazan y te sonríen, vuelves a llorar de emoción y de
gratitud.
¡Este mundo es
una porquería, mientras tenga estos niños tirados allá y nos dediquemos aquí a
vivir instalados en nuestro castillo del bienestar!
Y cuando el papa
Francisco dijo en Filipinas que al mundo de hoy “le falta aprender a llorar”,
nos acordamos de esta historia nuestra de los niños del campo de refugiados. En
Filipinas, una niña de doce años llamada Glyzelle Palomar, le dijo a Francisco:
“Hay muchos niños
abandonados por sus propios padres, muchos niños que son víctimas de muchas
cosas terribles como las drogas o las prostitución. ¿Por qué Dios permite
estas cosas, aunque no es culpa de los niños? y ¿Por qué tan
poca gente nos viene a ayudar?".
Y Francisco dejó de lado su discurso preparado y
explicó la importancia de aprender a llorar y dijo que “sólo ciertas realidades
de la vida se ven con los ojos limpiados por las lágrimas”.
Así que les hemos contado esta historia a nuestros niños de Kuartango, para
que conozcan la realidad.
¡Aquí va la
historia, en este Vídeo de 4 minutos y 42 fotos, con música!
No hay comentarios:
Publicar un comentario