Aunque
han pasado unos años de aquella experiencia, ahora quiero mostrar, a través de
este vídeo de 46 fotos y 5 minutos, mi
sencilla pero profunda experiencia en una favela
de Belo Horizonte, de la mano de unas amigas ecuatorianas que trabajaban
allá, y me dieron la más grande lección de la entrega y la esperanza que
debemos tener si queremos cambiar la realidad de los más pobres.
Cuando
entré en la favela, la sensación fue tan fuerte que, a pesar de haber conocido
las situaciones de pobreza más extremas como los campos de refugiados de
África, los indígenas amazónicos arrancados de su hábitat y distintos suburbios
en ciudades latinoamericanas, que lo primero que me vino a la mente, se lo dije
a Tania, mi acompañante por la favela: “Esto
es el infierno”.
La
reacción de Tania, persona dulce y entregada con amor a los más pobres, fue
firme y rebelde: “Aquí he conocido -me dijo- las experiencias de vida y amor más hermosas”.
Después,
recorriendo con ellas la favela, sentí que era verdad.
Tania
me contó su experiencia cuando vivió durante una semana con una de las mujeres,
que se dedicaba a “reciclar”, es decir a rebuscar en la basura. Me mostró la
fe, la fuerza, de esta mujer.
Y además,
me di cuenta que mi expresión, de alguna forma, desvalorizaba la lucha absoluta
que lleva este grupo de mujeres por conquistar derechos y beneficios para los
moradores de la favela. Ellas no sólo tienen derecho a la esperanza, sino que
son las que realmente más hacen para que
cambien las cosas de este mundo más injusto.
Hace falta ojos profundos para descubrir la vida donde algunos no vemos
más que muerte. Hace falta una opción
muy clara para estar en los lugares exactos donde se deciden cosas
vitales. Hace falta coraje, rebeldía,
para desarmar todo aquello que se opone a la esperanza.
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