Quiero compartir en este blog, las crónicas
que nos envía Leonardo Lizana desde Rwanda. Él ha ido enviado desde Kuartango,
Ribera Alta y Urkabustaiz, a conocer de primera mano el Hermanamiento que
tenemos en Kayenzi, Rwanda. De una manera especial, la Escuela Infantil,
recientemente creada y a cuya construcción y mantenimiento nos hemos
comprometidos.
Leonardo aprovecha a conocer el país y
hacernos testigo de aquella realidad.
Adjuntamos alguna foto.
DESDE RWANDA, Leonardo
Lizana (1)
24-julio-2017
Escribo desde Rwanda,
desde la sala de profesores de la escuela de Kayenzi y, como música de fondo,
escucho las voces de los niños que repiten, una y otra vez, una lección en
inglés. Es una mañana brumosa de temperatura muy agradable. De vez en cuando pasa
algún niño o niña frente a esta sala camino al examen que están teniendo
algunos en la sala contigua.
Llevo cinco días en
este país. Cinco días que me parecen un sueño, si pareciera que son solo horas
las que he estado aquí. Llegué de noche a Kigali, la capital del país, ahí me
esperaban con una sonrisa y un abrazo cariñoso las hermanas misioneras de
Jesús, María y José. Junto a estas hermanas estaba Pacific, un hombre bueno y
sonriente que me dio la bienvenida y me dijo que sería el chófer. Salimos del
aeropuerto y lo primero que resulta evidente es la sobrepoblación, donde se
mire hay gente y siempre caminando, como si buscarán algo, beti bidean, siempre caminando. Nos encontramos un accidente en la carretera y eso
ayudó para poder ver la vida tal como es en la noche de Kigali. Por la ventana
un niño me gritaba: Musungo, musungo (blanco, blanco). Después de una hora y media pudimos seguir nuestro
camino a Kayenzi.
Jueves y viernes
fueron días para conocer el entorno. La obra de las hermanas y saludar a Evarist,
el párroco, y Donascien, el vicario parroquial. Ambos muy jóvenes y acogedores.
Me recibieron como a un hermano, con respeto y dignidad. Evarist transmite
mucha paz, me sorprende lo alto que es, si parezco un niño a su lado. Donascien
es un hombre muy profundo, recién cumplió dos años de ordenación, y me ha dado
una clase de espiritualidad al decirme que los años no importan, lo que importa
es la pasión, la fidelidad y la entrega en el presente en el que estamos. En
ambos solo veo Gardentasuna (transparencia).
El viernes lo pase en
la escuela que vine a visitar, es un lugar maravilloso. Los niños y niñas muy
ordenados con sus impecables uniformes realizan, antes de comenzar, unas
dinámicas que alternan el inglés, el francés y el kinyarwanda. He recorrido
cada rincón de esa escuela y la labor de las hermanas es admirable, con poco
hacen mucho. Doy gracias a Dios por ser testigo de la esperanza que reluce en
cada rostro de estos niños. En Kayenzi se escribe una nueva historia para
Rwanda. Afuera ha comenzado a correr viento y yo creo que es un futuro mejor el
que danza en estas aulas de clase. Me surge decir: beti aurrera (siempre adelante).
El sábado participé de
la ordenación de 63 nuevos sacerdotes. Fue increíble, estuvimos seis horas en
misa con el nuncio, todos los obispos y casi todos los curas del país. La
ocasión lo ameritaba, se cumplen 100 años desde la primera ordenación sacerdotal
en Rwanda. Ahí conocí a Lawrence, un cura doctor en historia que, en un
perfecto castellano, fue mi intérprete. Me sorprendió la ongietorria, la
acogida de los sacerdotes. 700 sacerdotes aproximadamente que prácticamente se
conocen todos, estoy seguro que salude a más de 500. Todos me dieron la
bienvenida y se sorprendían que alguien de Chile estuviera aquí. Aquí también
existe la expresión "dónde el diablo
perdió el poncho" que escuche muchas veces. Un cura de Catalunya se
alegró mucho que viniera desde el País Vasco y recordó esos años en que sólo un
río separaba a vascos de catalanes en este país de las mil colinas. Los bailes
y la música nos sumergieron en una atmósfera dónde el misterio de la
encarnación se hacía manifiesto en una celebración dónde lo humano y lo divino
se unieron dando paso a la alegría y la fiesta.
Ayer domingo una
parroquia repleta, con más de 500 personas, me dio la bienvenida, fue
emocionante recibir tanto cariño. Una hermosa misa llena de cantos y color, me
sorprende la solemnidad de todos. Por la tarde salgo a caminar y avanzó muy
poco, las personas me detienen para hablarme, he aprendido que el idioma no es
un impedimento cuando las miradas son transparentes y cariño sincero. Se muy
poco kinyarwanda, pero no me falto conversación. Es curioso sentirse tan
querido con una mirada y una sonrisa. Los niños me siguen y ríen a carcajadas
cuando les digo: nimeza shane (muy
bien). En estos niños y en la gente que me he encontrado veo
una riqueza humana que nosotros hemos perdido. Me he sentido pobre ante la
riqueza humana de esta gente que siempre sonríe, siempre camina, siempre saluda
y siempre acoge.
Desde Rwanda un abrazo
para todos los que siguen, me animan, rezan y me desean éxito en esta misión.
Imana iguje umugisha (Dios les bendiga)
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